25.1.2004
Cuando vivía en París, establecí una estrecha relación vía e-mail con una amiga de la universidad. Resulta curioso porque pasamos 3 años juntos en la universidad y apenas nos conocimos, éramos simples compañeros de clase convertidos en amigos por las circunstancias, pero ninguno de los dos puede decir que su aprecio hacia el otro fuera la mitad de grande como cuando la distancia se interpuso entre nosotros, y con ella mi soledad en París y, también, mi necesidad de tener un confidente, alguien en quién apoyarme aunque fuera mediante internet. Durante esos meses, su vida también sufrió varios contratiempos que nos unieron aún más, crearon una dependencia mutua que fortaleció nuestra amistad.
Fueron en total 90 mails los que le envié, la mayoría de ellos me costaban más de dos horas de escritura, pues le contaba todo, absolutamente todo lo que me ocurría y se me pasaba por la cabeza. Ella se los fue guardando secretamente y al volver a España me regaló un dossier con todos ellos. Gracias a ese detalle que tuvo conmigo, ahora puedo refrescar fácilmente mi memoria sobre mi etapa en París. 8 meses de anécdotas, triunfos, fracasos, penas, alegrías, paseos por Montmartre, puestas de sol desde el Pont Neuf, cafés en Saint-Germain-des-Prés... el regalo más emocionante que me han hecho nunca y el broche de oro perfecto tras 8 meses de magia en la ciudad de la luz. Gracias a ella, no desistí en mi empeño de conquistar las Galias. Gracias a ella, superé la soledad con una pasmosa facilidad. Ella me acompañaba, aunque fuera en la distancia, sentía su presencia junto a mí. Gracias a ella, mis 8 meses en París son probablemente los 8 meses más importantes de mi vida. Ahora, cada vez que pienso en París, me acuerdo de ella, aunque ella nunca haya estado en la capital francesa. París y ella van asociados para mí.
Ahora, releyéndolos, veo que no andaba desencaminado cuando le decía lo que podéis leer más arriba. Han pasado 4 años desde ese maldito pero importantísimo enero de 2004. Lo pasé muy mal por esas fechas: frío, lluvia, nieve, soledad,... no vi el sol durante 4 semanas, pero ahora me doy cuenta que ese enero marcó un punto de inflexión en mi vida. Sin él, seguiría siendo el mismo niño mocoso y mimado de siempre.
4 comentarios:
Sensacional texto y reflexión, me he emocionado un poquito.
Releyendolo me doy cuenta de que eres todo un poeta.
El escrito de arriba es simplemente genial, en serio.
Son estas historias las que nos hacen humanos y logran sacar lo mejor de nosotros.
Hay momentos mágicos en la vida, y nunca hay que olvidarlos.
Yo creo que esa soledad mágica es necesaria para tomar perspectiva de la propia vida. Son tiempos únicos e irrepetibles.
Qué detalle tan bonito el de esa chica... yo.. diria...como dice el opositor que es la mujer de tu vida...
Besos bielix, precioso texto
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