Hace una semana que empezó la campaña electoral y, parafraseando a Gasset, aún no sé dónde refugiarme políticamente. Esto me lleva a reflexionar sobre la cantidad que gente que reconoce públicamente que votará en blanco, aunque probablemente sea sólo una táctica para ocultar el signo de su voto, quizás avergonzados de reconocer su afiliación hacia un extremo u otro. No hay para menos, el abanico de candidatos no destaca por su gran perfil político precisamente.Había pensado en que sería interesante añadir una nueva opción de voto. Un voto más útil que el blanco. Un voto negativo, un voto que restase votos al que lo recibe, una forma de decir 'vade retro, a ti no te quiero', pero sin demostrar tu apoyo hacia el extremo contrario. Hay veces en que uno no sabe lo que quiere, pero sí lo que no quiere, lo que le repugna, lo que detesta. Este voto lograría que las propuestas de los candidatos no fueran tan extremas y se acercaran al tan famoso 'centro' para evitar el castigo del 'voto negativo'.
Mi vida nunca ha cambiado por un cambio de gobierno. Gobiernen unos u otros, nunca he visto mi vida mejorar o empeorar en función del que gobierna, seguramente porque lo que me hace feliz no es el poder, ni el dinero, ni el progreso del país, sino mi progreso personal dentro de la sociedad y en mi trabajo y eso, gobierne quien gobierne, sólo depende de mí. Lo único que cambia en función del gobierno es mi grado de indignación con los dirigentes. Es surrealista que aquéllos que exaltan el orgullo de ser español sean los mismos que proponen planes que, de llevarse a cabo, sólo conseguirían el efecto contrario: sentir vergüenza de serlo, de ser ciudadano de un país intolerante, xenófobo e insolidario. Los otros, los que no lo exaltan, son los que proponen ideas que al menos me satisfacen como español.



